Que la nueva ley de salud mental no se convierta en un placebo
La reciente aprobación, en el parlamento, de
una ley de protección de salud mental, constituye un avance en términos
culturales, pero aún está lejos para responder a las necesidades urgentes de la
población y agravada por la pandemia

Valoramos la reciente aprobación, en el parlamento, de una ley de protección de salud mental, constituye un avance en términos culturales, pero aún está lejos para responder a las necesidades urgentes de la población y agravada por la pandemia.
La reciente aprobación en el congreso, de una Ley de protección de salud mental, que permitirá que Chile deje de pertenecer al 30% de los países que no contaban con una legislación al respecto. Entre los aspectos a destacar mencionó: el derecho de toda persona con enfermedad mental o discapacidad psíquica o intelectual a ser reconocida como sujeto de derechos, el consentimiento libre e informado de todo tratamiento o alternativas terapéuticas que les sean propuestos, incluído los efectos secundarios del consumo de fármacos, así la hospitalización psiquiátrica como medida excepcional, la atención interdisciplinaria con personal idóneo, entre otras.
Sin embargo una legislación que no esté dotada de los recursos suficientes y que necesariamente deben incrementarse ante este nuevo marco jurídico, será como una jeringa con agua, un placebo o un vaso de agua en el desierto. El gasto público en salud mental, no ha superado el 2,4%, siendo que el promedio de la OCDE es tres veces más, y llega al 6%. Incluso nuestro país, está bajo el promedio mundial, que es en torno al 3%.
Con los actuales recursos, los profesionales de la salud mental a nivel público, a pesar de sus grandes esfuerzos, solo alcanza para cronificar los padecimientos de quienes logran acceder a algún tipo de cobertura. Es decir, cada cierto tiempo, ir a buscar medicamentos, sin ninguna posibilidad de la atención específica y singular que requiere cada caso.
Junto con lo anterior, es necesario integrar en el nuevo cuerpo legal de protección de salud mental, aspectos no considerados aún; como el establecer la paridad en costos y cobertura entre la salud física y la mental, con requerimientos similares de financiamiento y limitaciones a los tratamientos, dispositivos de atención en salud mental infanto-juvenil, entre los principales.
De acuerdo a datos de la OMS, un millón de chilenos padece de cuadros de ansiedad, y ochocientos mil de depresión. A esto se suma los efectos del COVID: Chile tiene en salud mental una pandemia silenciosa , agravada por la incertidumbre y la vulnerabilidad física provocada por la emergencia sanitaria.

El nuevo confinamiento y cuarentena
Ante las nuevas cuarentenas y encierro, resurge la amenaza de vivencias de vulnerabilidad, pero que presenta diferencias con lo ocurrido a comienzos del 2020. El principal temor subjetivo en su comienzo, era en relación al riesgo de enfermar y morir. Ahora en cambio según señala, el miedo esencial es a la incertidumbre respecto a la existencia diaria, que no permite a las familias, hacer frente a las necesidades básicas cotidianas. El problema es que cuando este temor es más grande que a la enfermedad, las conductas de riesgos aumentarán, ya que las personas saldrán en busca de recursos mínimos.
Por eso, no es posible reducir todo la salud mental a un asunto personal de índole emocional o patológica. Y es necesario ir en ayuda de las familias en forma integral, asegurando un piso mínimo de existencia ante la emergencia: sin patologizar los efectos de la desprotección social.