Para enfrentar festividades de fin de año atípicas, un modo es reivindicar los rituales.

24.12.2020

Termina un año en que todo nos está doliendo más. Un período de pérdidas de todo tipo.

Las festividades de navidad y año nuevo también son motivos de tensión familiar, mezcla de alegría y nostalgia. Y que ahora serán particularmente más difíciles. Termina un año en que todo nos está doliendo más. Un período de pérdidas de todo tipo. Para algunos de seres queridos, para otros de rutinas de vida, de tiempo irrecuperable y de proyectos. Todos hemos perdido algo y eso nos ha hecho vivenciarlos más vulnerables y agotados.

Pero las festividades pueden ser una forma de huida para poner las restricciones de la realidad en suspenso. No siempre nos creemos lo que sabemos. Cuando participamos en las muchedumbres, detrás de regalos para nuestros seres queridos, experimentamos lo que se experimenta en todo grupo: una sensación de ser invulnerables y el restablecimiento de ciertas rutinas que nos alivian transitoriamente. Actitud que conlleva riesgos para nosotros mismos y los demás. El miedo nos permite reaccionar y debemos tolerarlo. Cierta angustia es señal de peligro. El pánico o la fuga nos exponen sin medir consecuencias

Si bien es cierto, las responsabilidades son siempre individuales, las autoridades deben evitar mensajes contradictorios que terminan provocando disonancia cognitiva. Por una parte, un mensaje implícito de facilitar el consumo, y por otra, hay que señalar que se está preocupado por la gravedad de la situación, generando confusión y relativizando el mensaje dirigido al autocuidado.

No obstante, un modo, entre otros de enfrentar estas festividades, minimizando riesgos, es recuperar la importancia de algunos rituales por sobre las rutinas, muchas de ellas, motivadas por fines comerciales.

La sociabilidad, la vida en comunidad, la cercanía e intimidad, y el contacto con las personas más vulnerables, son las vivencias, según señala, que más hemos abandonado en este tiempo. Los rituales nos darían la posibilidad de volver a recuperarlos, en tanto nos hacen partícipes de una comunidad, sin incluso la presencia de todos los que la conforman.

Hemos vivido un año, en que hemos estado permanentemente conectados en forma virtual o a las redes sociales, que es lo más lejano a una comunidad, en tanto , lo más importante somos nosotros mismos.

Con los rituales, presentes en las familias y en las festividades, nos alejamos del mero consumo, en tanto cuidamos de las cosas y no solo las usamos para satisfacción de los deseos propios. En ese sentido, el profesional de la ONG expresa que: "es la ausencia de la vida en común lo que nos hace vulnerables". En los rituales no es lo nuevo lo que adquiere relevancia, sino justamente lo repetitivo, lo heredado. Por eso, por ejemplo, podemos ver una película sobre navidad, siempre la misma todos los años y no nos aburre, al contrario, nos reconforta.

En ese sentido abogó por incorporar, ya que no se podrá estar con todos, a aquellos más vulnerables, sobre todo los adultos mayores.

En tiempos pandémicos, deprimirnos, en un sentido no clínico, nos puede permitir ser más empáticos, y por lo tanto poder actuar teniendo en cuenta el bien común y no solo nuestra propia satisfacción.