La salud mental en Chile se convirtió en un padecimiento crónico.

12.12.2022

A la luz de los resultados del reciente estudio del Termómetro de la salud mental, donde un 13,9% indicaron síntomas depresivos y un 23,7% de ansiedad, que correspondería a más de 2.000.000 y 3.000.000 de personas adultas respectivamente.

Encuesta Cadem de esta semana, señala que salud mental es la principal preocupación en el ámbito de la salud, por sobre otras patologías como el cáncer, enfermedades cardiovasculares y el coronavirus.

Las cifras del estudio señalado superan las señaladas por el estudio de la OMS ("Depresión y otros trastornos mentales comunes" 2017), donde advertía que más de 1 millón de chilenos tenía algún síntoma de ansiedad y 850 mil de depresión.

Los padecimientos en salud mental se han vueltos crónicos. Un sufrimiento con el cual las personas tienen que convivir y tratar de mitigar, fundamentalmente a través de fármacos, ya sea con recetas o por cuenta propia, privilegiando el rendimiento por sobre el bienestar.

No obstante, estos registros hay que leerlos con precaución, ya que confluyen muchos factores; entre estos, los propiamente de padecimientos, con otros referidos a situaciones de frustración y dolor propias a las circunstancias de vida individual y social, pero que rápidamente se quiere evitar a toda costa y que aumentan los diagnósticos de patologías y trastornos.

No toda tristeza es depresión, ni todo desasosiego, angustia. Las cuarentenas terminaron, pero el estado de alerta y vulnerabilidad, producto del temor, persiste, ahora debido a la situación de inseguridad. El espacio social o público, es el que se trata de evitar a toda costa.

Para el psicólogo, esta es una situación de larga data y que no solo tiene que ver con nuestro país, pero que, en cada uno, se expresa con ciertas singularidades individuales y colectivas.

Es necesario recuperar la figura de la autoridad. Vivimos en un tiempo, donde el exceso y la transgresión parece ser la norma. Olvidamos que la autoridad no es solo represión y autoritarismo, sino también aquello que apacigua las vivencias de vulnerabilidad y desprotección, ya que tiene una función normativa, que alivia la tarea de que solo cada uno debe velar por sí mismo.

Proceso constituyente y salud mental.

El proceso constituyente no es ajeno a las vivencias de inseguridad y desprotección, para la construcción de un lazo social es lo que permite avizorar una comunidad con un pasado y un futuro común.

Sin embargo, el problema principal de una nueva constitución, no son principal o exclusivamente, ni su consistencia jurídica o incluso su validez democrática, siendo necesarias ambas, sino su legitimidad social, que es lo que puede contribuir a que las responsabilidades y los derechos alcanzan una internalización como ley moral y de convivencia.