Es necesario relevar otras experiencias  virtuosas que también desarrollan los jóvenes

07.01.2021

El miedo y la estigmatización no son eficaces para jóvenes que transgreden normativa sanitaria.

Para algunos jóvenes, junto con los mensajes de temor, aparece el desafiar la prohibición, como una manera de sentirse del orden de las excepciones, propio de un narcisismo desregulado

Mientras la pandemia de coronavirus no cede y se anuncia la llegada de una nueva cepa, con mayor rotación de contagios, las fiestas clandestinas parecen ir en aumento. Según carabineros en la última semana se detuvo a 300 personas por actividades de este tipo en la RM, el número más alto durante toda la pandemia.

Son claves dos aspectos; por una parte, la coherencia en la entrega de la información sanitaria importa tanto lo que se diga como las formas y coherencia como se haga. Las cosas no solo se informan sino también se transmiten, ya que en la ambigüedad de los mensajes se puede tender a excluir las precauciones. Sin puntos de referencia claros, es más difícil poder discernir y más fácil huir de la realidad.

Por otra, no generalizar respecto de los jóvenes, ya que no todos son transgresores y no todos los transgresores son jóvenes. Es necesario según indica también, relevar experiencias cotidianas y virtuosas de solidaridad. Y en estos los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad. La gran mayoría de los jóvenes respetan los protocolos, y más aún, muchos de ellos cumplen una labor trascendental. Pensemos en todos los jóvenes por ejemplo, que son parte del personal sanitario, o los que ejercen labores de solidaridad activa en lugares vulnerables

En los jóvenes que transgreden los protocolos sanitarios, hay algo así como una solidaridad invertida, una que vale con el pequeño grupo para burlar la ley, a expensas de la comunidad, una idea de libertad, donde no se hace responsable del otro.