Pandemia: aumento de consumo de antidepresivos y tranquilizantes

30.05.2020

La pandemia ha provocado entre otros efectos en la salud mental, un aumento del consumo de todo tipo de psicotrópicos ya sea producto del aumento de consultas por cuadros de angustia, ansiedad o insomnio, o también por la automedicación y compra en el comercio informal.

Esta conclusión a raíz de la evaluación en nuestras diversas atenciones comunitarias y entrevistas. A esto se agrega el aumento en la compra de alcohol, donde en Chile casi 700 mil personas tienen consumo problemático tanto de alcohol, drogas o ambos, según el informe mensual del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda).

Pese a que aún no hay un catastro oficial, existen suficientes antecedentes que ameritan tomar medidas de prevención y orientación al respecto, y que debiesen ser integradas a las estrategias del reciente Plan de salud mental de la mesa Covid- 19.

Tres son los principales antecedentes. Uno primero es que a nivel mundial, en los países afectados por la pandemia, este aumento se ha ubicado entre el 11% y 12%. Una segunda advertencia, es que ya el MINSAL a fines del año 2019, después del estallido social, estimó el aumento de la demanda de los llamados antidepresivos, ansiolíticos e inductores del sueño, en hasta un 50%.(Clonazepam, Sertralina, Eszopiclona, Alprazolam, Lorazepam, entre los principales).

En la sociedad chilena esta es una tendencia sostenida durante los últimos quince años. Un estudio realizado el 2004, determinó que el uso de dosis diarias de antidepresivos aumentaba más de 470% .En el mismo sentido, los resultados de diciembre de 2017 del Duodécimo Estudio Nacional de Drogas de SENDA, se constata el aumento sostenido en la venta sin receta médica, de Alprazolam, Valium, Diazepam, Ravotril, entre los principales .

Un estudio transversal realizado en la atención primaria de salud, constató que un tercio de los encuestados usaba algún psicofármaco. A todos los pacientes con evaluación de "insomnio" se les recetó el uso de alguna benzodiazepinas. Cuando el cuadro fue "trastorno ansioso", el uso de estas se prescribió en el 84% de los casos. Finalmente cuando el diagnóstico fue de "trastorno depresivo", alcanzó al 93% de los afectados. En cuanto a la medicación del psicotrópico, en un 74% de las situaciones fue realizada por un médico general. Solo en un 13% por un psiquiatra y un 6% por un facultativo de otra especialidad.

Dos son las dimensiones que estimulan esta demanda. Por una parte, el sobrediagnóstico de patologías. Al respecto son diversos los estudios y juicios, que han advertido sobre la inflación diagnóstica, que convierte dificultades comunes y propias de la vida en nuevas patologías: No toda tristeza es depresión, ni toda inquietud es ansiedad, o toda dificultad para dormir algún tipo de insomnio. Hoy en tiempos de pandemia, a diferencia de antes, lo patológico es la realidad misma, y algunas reacciones son intentos de adaptarse a esta situación. Sofocar el dolor inevitable a ello, no permite su integración y procesamiento, con riesgo que se inscriba entonces directamente en el cuerpo.

Sin embargo recalcaron, que toda medicación como su eventual suspensión, debe ser hecha siempre por un médico y ojalá este sea un especialista.

Existe una patologización de la tristeza, dónde dificultades propias de la vida o adversidades reales como las presentes, pasan a ser patologizadas. Finalmente también mencionan, el puje de la industria farmacéutica. Dónde según algunos estudios,el 76% de las ventas de la industria farmacéuticas en Chile, corresponden a medicamentos del llamado mercado ético o de receta retenidas, dentro de las cuales están los psicotrópicos.

Los psicofármacos pueden ser de mucha y vital socorro en casos agudos y también como estabilizadores del ánimo. Sin embargo muchas veces son una falsa ayuda o perjudicial para fortalecer las capacidades propias. Y en otro sentido también, una manera de inhibir la reflexión y acción respecto de los determinantes personales y sociales que intervienen en su generación.

Esto significa también aprender a tolerar los conflictos inherentes de la vida sin negarlos. Que haga posible , por una parte, soportar las frustraciones y dolores propios del vivir, y por otra también, las distancias inevitables con nuestras idealizaciones.